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Dom, May

Un Djokovic superior logra su décima corona en Australia y alcanza los 22 Grand Slams de Nadal

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ABIERTO DE AUSTRALIA

(ABC).- El serbio aguanta a un combativo Tsitsipas y recupera el poderío en Melbourne, de donde sale número 1, fortalecido en confianza y empata con el español en la atalaya del tenis masculino

Reconquista Novak Djokovic su territorio y alcanza la eternidad donde lo esperaba desde hace un año Rafael Nadal. Campeón por décima vez en el Abierto de Australia -que le otorga además el trono de la ATP, y serán ya 374 semanas desde el lunes-, y que significa su título 22 de Grand Slam, tras un partido soberbio ante un guerrero Stefanos Tsitsipas, 24 años, que vuelve a chocar con el serbio en su segunda gran final. Fue un Djokovic superior (6-3, 7-6 (4) y 7-6 (5) en dos horas y 56 minutos), con esa aura de imbatibilidad que había mostrado en los tres últimos encuentros, esa misma capa que lo ha llevado en volandas hasta este lugar en la historia del tenis desde que levantara, precisamente en Melbourne, su primer gran título, en 2008. Son ya 22, los mismos que Nadal, en una reactivación de esta carrera fuera de toda comprensión que ambos mantienen y reviven. Y lo siguiente que llega es Roland Garros.

Se entendió a la perfección que Djokovic, dado a los momentos de furia, pero no tanto a las lágrimas, se deshiciera en el abrazo con la familia, enterrado el rostro en la toalla y en los hombros de su hermano y de su madre.

Porque este título lo gana hoy, pero lo empezó a conquistar el año pasado, cuando salió deportado de Australia por las irregularidades en su estancia, negada su posibilidad de sumar en su jardín.

ABIERTO DE AUSTRALIA

FINAL

Novak Djokovic

6 7 7

Stefanos Tsitsipas

3 6 6

Se enfrentaba Tsitsipas a uno de los retos del tenis de hoy: ganar a este Djokovic de Australia, donde había encadenado 27 triunfos, donde había conquistado nueve coronas, donde se siente como en casa gracias a la gran comunidad serbia afincada en estas tierras. El serbio había encontrado en esta última semana un nivel tremendo, y lo fue desplegando poquito a poco en esta final, la 33 en su palmarés, de 69 Grand Slams disputados.

«Haber ganado tanto aquí seguro que me ayuda», admitía el serbio en la previa. Y así se presenta al inicio del encuentro, con un puntito extra de chispa y más ligero de presión. Despejado en ideas y fresco de piernas, gana sus tres primeros turnos de saque con facilidad, lo que suma Tsitsipas es más fallo del serbio que mérito del griego, y empieza a meterse en pista y en la cabeza del rival al resto. El griego, segunda final de Grand Slam en su mochila, afronta dos bolas de break ya en su primer turno, y otras dos en el segundo; y en esta ocasión, no llega su tenis para defenderlas. En 20 minutos, Djokovic se sienta con 4-1 en la mano.

 

LAURA MARTA

Tsitsipas muestra determinación y que, durante el torneo, se apoya en el drive tras su primer servicio; ahí le encuentra las costuras Djokovic, que martillea sin piedad hacia ese revés precioso, único, a una mano, pero algo más débil que el del serbio, firme aunque sean intercambios de siete, ocho, nueve y diez peloteos; todos son igual de potentes, de letales, y con la misma calidad si son paralelos o cruzados. Y sufre el griego, que no aguanta ni los puntos largos ni los cortos, 3 ganadores de derecha y 13 errados, y busca alternativas para mantenerse en el set y la confianza: subidas a la red, esconder el revés, apelar a su primer servicio.

Suma dos juegos más, pero el serbio está de dulce, comodísimo en su planteamiento y en cómo le funciona todo ante el griego. Su guion desbarata cualquier recurso del rival y el primer set de la final está siempre bajo su mando: la mano teledirige los golpes de lado a lado, a la carrera siempre Tsitsipas, porque además son profundos, potentes, milimétricos. 6-3 en 36 minutos casi sin sudar.

Tenía que cambiar el plan Tsitsipas, rebuscar en ese tenis con el que superó al serbio en dos ocasiones: octavos del Masters 1.000 de Canadá 2018 (6-3, 6-7 (5) y 6-3) y cuartos del Masters 1.000 de China (3-6, 7-5 y 6-3). Calmado en el inicio del segundo set, ese primer juego que muestra cómo ha sentado el primer parcial en la cabeza se lo lleva con facilidad, lo que lo impulsa a centrar la estrategia en liderar el punto con su derecha. Pide el calor del público, también gran comunidad griega en la Rod Laver Arena, y se plantea otro partido, con Djokovic que sufre algún despiste más y un Tsitsipas que se anima, que no va a ser tan fácil ganarle ni los puntos ni los juegos, aunque siga sobrevolando la sensación de que lleva la batuta es el serbio, el griego aguanta mejor situado en pista, con más prestancia, más preparado para el ataque.

Sigue sufriendo el griego, pero acepta el rol y desenfunda la raqueta con más saña que en el primer set. Responde con el mismo descaro a los peloteos que le propone el serbio y su revés empieza a convertirse en una espada, alto y profundo, ángulo cortito en el siguiente, que enciende los errores del rival, una caña aquí, una mala posición para golpear allá. Tsitsipas vuelve a levantar los brazos para animarse y animar a la grada después de levantar otro juego complicado con puntos para enmarcar (4-3 a favor) y, siempre por delante, vuelve a meter presión en Djokovic, que aprieta los dientes porque está costando más encontrar la efectividad y la potencia. Más miradas al palco, más gestos, ya suda de lo lindo tanto al resto como con su servicio; es él quien corre detrás de una pelota cada vez más viva del griego, ganadores de derecha a 162 kilómetros por hora.

Son 21 Grand Slams, nueve finales ganadas en esta pista, pero Djokovic siente los nervios. Su revés, ese magnífico en cualquier circunstancia, es cada vez más inestable y concede con un paralelo que se marchó al pasillo la primera bola de break, que es, además, bola de set para el griego. Las sensaciones no lo acompañan, pero hay valentía en su planteamiento, escondiéndose el revés y sacando la derecha para alivio de su banquillo. Sin embargo, sabe que está jugando en el alambre, gritos por doquier y más de seis minutos de juego para mantenerse en el segundo set (5-5). Menos de dos minutos duró el siguiente turno de saque del griego, en blanco, con dos saques directos para el 6-5. Liviano y al alza, y otra vez la presión en el banco de Djokovic, que concede una doble falta, pero atiende a la cita del tie break.

Como los penaltis, tampoco el tie break es una lotería; la serenidad juega el papel determinante. Va por barrios en esta 'muerte súbita', del 4-1 fácil de Djokovic, al 4-4 de resurrección de Tsitsipas, otra doble falta del serbio; pero es él quien firma el punto ganador, un saque directo, para sumar también el segundo parcial a su favor. Por ese poco más de acierto, por esa chispa más de serenidad, por ese aguantar la presión que, sin duda, se aprende con la experiencia.

No lo tiene mucho más fácil Djokovic con dos sets a favor. Es verdad que las estadísticas le dicen que nunca ha perdido un partido en pista dura cuando ganaba los dos primeros parciales, en 120 encuentros, pero Tsitsipas sigue ahí, dispuesto a la batalla y a no conceder ni un solo regalo más al serbio, que tendrá que ganarse la décima corona, su Grand Slam 22, el número 1. Tan al ataque el griego que rompe la fortaleza del serbio arrebatándole el primero turno de saque.

Acepta el reto Djokovic, que tiene esa capacidad, solo compartida con Nadal y Federer, de controlar los baches propios y ahondar en los ajenos, y de subir el nivel cuando el partido lo exige, aunque pareciera que no tenía más. No se admite más errores y recupera el break con otro punto más de aceleración en su piernas y en sus golpes, que vuelven a hacer que la pelota corra libre, reconquistado también el centro de la pista para volver a sacudir de lado a lado.

El serbio se encarama de nuevo al trono de la ATP, que no ocupaba desde junio de 2022, y suma su semana 374

Con el marcador de nuevo igualado, a pesar de que Tsitsipas gana sus turnos de saque con facilidad, ahora es Djokovic quien suma primero, recuperado el control, los golpes teledirigidos, a la línea, y añadiendo al repertorio reveses cortados y dejadas perfectas. Sube la apuesta Djokovic al 5-4, en blanco, y la toma Tsitsipas con categoría, que solventa un 30-30 con dos buenos servicios. Aumenta Djokovic la final con otro juego en blanco para el 6-5; responde con otro buenísimo juego Tsitsipas.

Pero es el serbio quien guarda un depósito más lleno de serenidad, de control y de efectividad en el tie break. Ni un atisbo de dudas en este Djokovic, que no se permite ni un error, ni un despiste, ni siquiera cuando un aficionado grita a deshora y se equivoca con con un revés. Pero va 5-0 en ese momento y pide rapidez en el cambio de bolas. No quiere despegarse de este momento de autoridad y superioridad, todo engrasado y en perfecto estado de funcionamiento y con el que, finalmente, apaga a Tsitsipas y enciende la emoción. Campeón de Australia, número 1 del mundo, título de Grand Slam número 22.

 

Explosión de alegría, refugiado el serbio en los suyos, y llora como nunca. Por aquel otro Djokovic convertido en villano hace un año, deportado por las irregularidades en si visado. Es hoy héroe, campeón inapelable en la Australia que lo ha vuelto a abrazar.