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Dom, Abr

El «Plan Marshall» para Centroamérica se enfrenta a la falta de fondos

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CLAVES DE LATINOAMÉRICA... México quiere que EE.UU. pague la mayoría de los 10.000 millones de dólares anuales anunciados, algo a lo que ni se acercó la Administración Obama más generosa

El «Plan Marshall» para Centroamérica que promueve el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, está encontrando dificultades de financiación. La cifra de 10.000 millones de dólares anuales a lo largo diez años –un total de 100.000 millones de dólares en el decenio– es muy ilusoria, teniendo en cuenta que México espera que la mayor parte de esos fondos los aporte Estados Unidos.

Washington ha destinado a Centroamérica (especialmente al Triángulo Norte: Guatemala, El Salvador y Honduras, países de los que procede la ola migratoria que está presionando la frontera sur estadounidense) unos 3.800 millones de dólares entre 2008 y 2018; es decir, que en diez años otorgó ayudas a Centroamérica por la mitad del valor que México pretende que EE.UU. aporte ahora cada año. Algo así es impensable que vaya a ocurrir.

La política cambiante de López Obrador

El presidente mexicano ha mostrado una política cambiante respecto al flujo de migrantes centroamericanos hacia EE.UU.. Cuando a finales de 2018 varias caravanas de migrantes salieron de Honduras y El Salvador para entrar en Guatemala y avanzar hacia la frontera estadounidense, López Obrador les ofreció quedarse en México. Ahora ya no los quiere en su país y ha reforzado la seguridad en la frontera mexicano-guatemalteca, al tiempo que está dispuesto a ayudar a Guatemala a que ejerza de tercer país seguro, donde los migrantes esperen su admisión o no en EE.UU.

El plan para Centroamérica concebido por López Obrador ha sido acogido y hecho suyo por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el organismo de las Naciones Unidas ocupado de promover el desarrollo de la región, pero difícilmente la Administración Trump va a ir más allá en la cuantía de las ayudas del esquema que puso en marcha la Administración Obama.

nza para la prosperidad de Obama

George W. Bush primó el desarrollo de la región a través de acuerdos de libre comercio –sustancialmente el CAFTA–; luego, al final de su segundo mandato, orientó la ayuda hacia un programa de seguridad ciudadana, la Iniciativa de Seguridad Regional de América Central (CARSI), continuada por Barack Obama. Entre 2008, que es cuando ese programa se puso en marcha, hasta 2015, en que Obama lo transformó, EE.UU. concedió ayudas a la región por valor de casi1.200 millones de dólares.

En 2016 Obama dejó de circunscribir las aportaciones a medidas de seguridad para ampliar el espectro de la ayuda al desarrollo, en lo que se llamó la Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte. El Congreso estadounidense aprobó dotar la iniciativa de 750 millones de dólares para 2016; después la cantidad la redujo con la llegada de Donald Trump: 655 millones para 2017, 615 millones para 2018 y 527 millones para 2019. Así, la Alianza para la Prosperidad ha contado con una dotación por parte de EE.UU. de 2.600 millones de dólares.

En realidad, Washington no ha hecho efectiva la totalidad de esos montos, pues el revisionismo de Trump ha llevado a retener y reprogramar ciertas partidas. Continuando a la baja, en el presupuesto para 2020 las ayudas han descendido a 445 millones de dólares, a la espera además de si Trump materializa su anuncio de cortar completamente esas asignaciones como castigo a unos gobiernos que no han sido capaces de detener la emigración hacia EE.UU.

Ayuda extranjera

La novedad de la Alianza para la Prosperidad era que los gobiernos de Guatemala, Honduras y El Salvador se comprometían a destinar fondos propios que superaran ampliamente las cuantías aportadas por Washington (los tres países presupuestaron conjuntamente 2.647 millones de dólares en 2016 y casi 2.900 millones en 2017) para la realización de los proyectos de infraestructuras y de desarrollo social que se determinaran. También se contaba con aportaciones del sector privado y la mediación de instituciones financieras internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo.

De esta forma, la ayuda gubernamental estadounidense era solo una parte del monto requerido, mientras que los países centroamericanos se responsabilizaban de una parte sustancial de los fondos necesarios para los distintos programas.

En cambio, el plan de López Obrador, que a los tres países del Triángulo Norte añade el sur de México (sobre todo los estados de Tabasco y Chiapas), pretende que el dinero llegue del extranjero, principalmente de Estados Unidos y de organismos internacionales, según ha expuesto el canciller mexicano, Marcelo Ebrard.

En el mejor de los casos podrá haber algún tipo de estructuración de ayudas internacionales destinadas a las áreas más pobres de América Central, con la participación de EE.UU., pero no parece que Washington vaya a ir mucho más lejos de lo que ya era la Alianza para la Prosperidad, por lo que hablar de «Plan Marshall» es un gran exceso verbal de ciertos políticos.