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Dom, Abr

La vergüenza de Hitler: desvelan las fotos prohibidas de soldados nazis travestis

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SEGUNDA GUERRA MUNDIAL...Martin Dammann recopila en su nueva obra una serie de imágenes en las que se puede ver a soldados alemanes vestidos de mujer

Desde este mismo periódico también han incidido en que algunos de los soldados de las instantáneas probablemente se travistieran porque estaban interpretando una obra de teatro y no contaban con mujeres cerca que llevaran a cabo los papeles femeninos. Al parecer, las representaciones más habituales eran «Ofelia» o «Celia Peachum», las cuales se llevaban a cabo con varones disfrazados para la hilaridad del público. Con todo, Dammann tampoco niega que el fenómeno era más habitual si cabe en el ejército teutón, donde «había una larga tradición alemana de travestismo durante los carnavales».

Nazis contra homosexuales

A pesar de que fueron los nazis quienes exacerbaron la lucha contra la homosexualidad masculina tras subir al poder, ya existían leyes que cargaban contra este tipo de relaciones desde finales del siglo XIX. Un ejemplo claro es el conocido artículo 175 del código penal del país. Una ley vigente desde 1871 hasta 1994 en la que se penaban los encuentros sexuales entre hombres. «La fornicación contra natura, realizada entre personas del sexo masculino o de personas con animales, está castigada con una pena de seis meses a cuatro años, además de la suspensión temporal de los derechos civiles», afirmaba.

A partir de 1933, sin embargo, la persecución se recrudeció. Tal y como afirma el «United States Holocaust Memorial Museum», los nazis estaban convencidos de que los «homosexuales eran hombres débiles y afeminados que no podían luchar por la nación alemana». De hecho, veían a estos varones como personas que no contribuirían con hijos al esfuerzo bélico; que no ayudarían a aumentar la baja tasa de natalidad y que, en el caso de reproducirse, engendrarían niños débiles. «Sostenían que las razas inferiores producían mas hijos que los “arios”, de modo que cualquier cosa que disminuyera el potencial reproductivo alemana era considerada un peligro para la raza», añade la institución.

Martin Dammann

Un ejemplo de la brutal política germana contra los homosexuales se sucedió el 6 de mayo de 1933, cuando un grupo de estudiantes dirigidos por las SA (las primigenias tropas de asalto nazis) entraron en el Instituto para la Ciencia Sexual de Berlín y saquearon su gran biblioteca. Cuatro días después, unos 15.000 libros y 35.000 dibujos fueron quemados junto a otras obras consideradas degeneradas por el gobierno. La situación se recrudeció tanto que Magnus Hirschfeld, fundador de la institución y entonces de viaje en Francia, decidió no regresar a su país natal.

A partir de entonces se desató la locura y empezaron a ser tratados como proscritos. La Gestapo, la policía secreta del partido nazi, empezó una cruzada contra ellos que les llevó a cerrar bares y clubs regentados por homosexuales. A su vez, obligó a las autoridades locales a hacer un censo de gais.

Poco después, el acoso se hizo legal. «El 28 de junio de 1935, el Ministerio de Justicia modificó el Párrafo 175 del código penal. Las revisiones proveyeron una base legal para extender la persecución de los homosexuales», añade el «United States Holocaust Memorial Museum». Por si fuera poco, en 1936 Himmler formó la Oficina Central del Reich para Combatir el Aborto y la Homosexualidad.

«Vaernet convenció a Himmler (…) de que podía curar la homosexualidad con una glándula creada por él mismo»

«La policía tenía el poder de tener en custodia o arresto preventivo a los considerados peligrosos para Alemania, y podía encarcelar indefinidamente -y sin juicio- a quienes quisieran. Además, los homosexuales que habían sido liberados de forma reciente podían ser arrestados de nuevo y enviados a campos de concentración si la policía pensaba que era probable que continuarían participando en actos homosexuales», añade la institución. A la postre, y poco antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial, una directiva aprobó el envío masivo de gais a centros de reclusión.

En el ejército de tierra la persecución era todavía peor. «Probablemente ningún ejército en el mundo estaba tan obsesionado con la nocividad de las relaciones homosexuales entre hombres como la Wehrmacht en el Tercer Reich», afirma el historiador militar Franz Seidler en declaraciones recogidas por el «Der Spiegel».

Según avanzaba la Segunda Guerra Mundial, los oficiales germanos exigieron una mayor intervención por parte del estado a la hora de descubrir y procesar a los militares homosexuales. Y es que, en sus palabras, socavaban la moral y la disciplina masculina de las tropas. En definitiva, esta tendencia era castigada con la prisión o, atendiendo a la gravedad del caso, la ejecución.

Sádicos experimentos

A partir de entonces comenzaron una serie de retorcidos experimentos para combatir la homosexualidad. Todos ellos, con la intención de «extirparles» esta «enfermedad», como consideraban los seguidores de Hitler a esta orientación sexual. En principio, las soluciones para acabar con esta tendencia en los campos de concentración no fueron muy agresivas, pues consistieron en ofrecer recompensas a aquellas reclusas que consiguieran convertir en heterosexuales a los prisioneros seleccionados.

Sin embargo, los nazis recurrieron pronto a crueles prácticas para conseguir su objetivo. «Sería el profesor Carl Vaernet -líder de una unidad de asalto de las SS-, el encargado de realizar pruebas con reclusos en el campo de Buchenwald», explica el periodista y escritor Óscar Herradón en « La Orden Negra. El ejercito pagano del III Reich».

De esta forma, comenzaron las castraciones con la intención de eliminar el «impulso homosexual», como así era conocido. No obstante, las mayores aberraciones se produjeron cuando Vaernet llegó al campo de concentración de Buchenwald. «Vaernet convenció a Himmler (…) de que podía curar la homosexualidad con una glándula creada por él mismo», sentencia Herradón. De esta manera, implantó su invento, el cual liberaba hormonas masculinas en el cuerpo humano, en la ingle de 15 presos. A pesar de todo, no consiguió sus objetivos y acabó con la vida de dos de los reos.

Homosexualidad femenina

Sin embargo, no ocurría lo mismo con las relaciones homosexuales entre mujeres. Así lo afirmó en una entrevista a ABC Mónica G. Álvarez, autora de « Amor y horror nazi. Historias reales en los campos de concentración».

«El lesbianismo no era tan perseguido porque se entendía que, a pesar de todo, podían seguir teniendo hijos. Al final, lo que se buscaba era procrear. Tener una sociedad capaz de generar una nueva humanidad pura y única que acabara con todo lo que consideraban una lacra. Las relaciones entre hombres eran perseguidas hasta la muerte por ley, pero el lesbianismo era entendido como un "trastorno temporal y curable"», afirmaba.

En este sentido, la popular autora y divulgadora histórica corroboraba también a este diario que la homosexualidad, en definitiva, nunca estuvo bien vista en la Alemania nazi. «Y eso, a pesar de que algunos miembros del gobierno tuvieron sus deslices (heterosexuales y homosexuales) y llegaron a hacer orgías en la intimidad. Los jerarcas se saltaban la norma y la ley. Lo que hacían era obligar a los que no eran arios a que la cumplieran», finalizaba.