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Sáb, Abr

Hotel Saratoga, una historia en La Habana

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Cuando lo visité en 2001 me pareció entonces un lujo triste, no de funeral sino un entorno en el que estaba ausente la alegría que uno puede palpar en la esencia de los cubanos

 

El Saratoga estaba en un sitio imponente, en el Paseo del Prado, al lado del Capitolio que es un edificio que espera casi desde que fue construido la llegada de la democracia a Cuba. Cuando lo visité en 2001 me pareció entonces un lujo triste, no de funeral sino un entorno en el que estaba ausente la alegría que uno puede palpar en la esencia de los cubanos. Había pocos turistas y casi todos despistados por el contraste abrumador entre la ostentación primorosa puertas adentro y la sordidez de las casas donde malviven los cubanos a dos pasos de allí.

Empezó a construirse cuando Cuba era todavía una provincia española y hasta la revolución de 1959 fue un hotel clásico, para muchos el mejor de la zona.

 

Fidel Castro, que no esperaba nada del turismo entonces lo convirtió en apartamentos de fortuna para alojar a familias de campesinos recién llegadas a la capital, con infinitas subdivisiones para organizar de mala manera la convivencia. Cualquiera que haya visto un edificio de vecinos en Cuba sabe que las cosas que se rompen o que se roban no llegan a ser reparadas jamás y de este modo, los restos del viejo hotel se fueron deteriorando sin remedio hasta que resultó insalubre y fue abandonado, como tantos y tantos edificios consumidos por las penurias y dislates de un régimen que no ha funcionado nunca. Todo en esa Cuba a la deriva se estaba desmoronando a fuerza de incompetencia.

 

Desde el malecón que había sido una fachada deslumbrante de La Habana frente al mar, hacia el interior de la ciudad, la ciudad vieja se estaba desintegrando sin remedio hasta que la caída de la Unión Soviética dejó a Cuba aún con menos recursos y la única solución para todo el centro de La Habana parecía ser acelerar por medios técnicos la demolición que el tiempo y la naturaleza estaban ejerciendo por su cuenta. Un miembro del Comité Central del Partido Comunista, el historiador Eusebio Leal, se atrevió a desafiar estos planes del mismísimo Fidel Castro con un ambicioso proyecto que consistía en restaurar toda la parte antigua de la ciudad como proyecto turístico, de modo que se salvase el rico patrimonio de La Habana con los ingresos de los extranjeros. Solamente estuve una vez en el Hotel Saratoga cuando el propio Eusebio Leal me propuso que lo visitara, después de una entrevista que me concedió en su despacho de Historiador de La Habana y me pareció que ese hotel estaba destinado a seguir esperando una vida normal en una Cuba liberada, igual que el Capitolio, porque el ambiente plomizo de la dictadura pesaba más que todas las estrellas con las que se proponían engalanar.

 

Cuando los cazadores de propinas reconocían a un turista por allí se aprestaba a preguntar: «¿Qué quiere usted saber?» para ver si podían enredarse en algún beneficio para lo que allí llaman «resolver»

Por entonces era imposible hablar con nadie de política ni siquiera clandestinamente. Cuando los cazadores de propinas reconocían a un turista por allí se aprestaban a preguntar: «¿Qué quiere usted saber?» para ver si podían enredarte en algún beneficio para lo que allí llaman «resolver». A uno le respondí una vez que quería saber cuándo se morirá Fidel y casi le dio un síncope porque ya se sentía culpable solo de pensarlo. Eusebio Leal murió en 2020, cuatro años después de la desaparición de Fidel Castro, habiendo dejado un patrimonio incalculable a su país. Y el hotel Saratoga ha volado por los aires, parece que por una explosión de gas que puede muy bien ser el símbolo del hartazgo de los cubanos contra la dictadura.