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Dom, Abr

Trump presiona al Capitolio con una gran marcha para aferrarse al poder

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Queda en manos del vicepresidente decidir si impide que se valide la victoria de Biden 

(ABC).- La de hoy miércoles es la última bala de Donald Trump. Tras este miércoles, nada podrá impedirle a Joe Biden tomar el relevo en la Casa Blanca, por lo que el presidente va a hacer un último esfuerzo para mantenerse en el poder, una jugada de alta tensión política que va a poner a prueba los cimientos mismos de la democracia americana. Las dos cámaras del Capitolio se reúnen aquí en Washington para abrir los sobres en los que los estados notifican oficialmente el resultado de las elecciones presidenciales, y un grupo de diputados y senadores republicanos se negará a aceptarlos, tratando de forzar al vicepresidente a que mantenga a Trump, su propio jefe, en la Casa Blanca en una jugada insólita y de dudosa legalidad.

 

Mientras, decenas de miles de personas se manifestarán en las calles de la capital jaleadas por el propio presidente bajo el lema «paremos este robo», como una forma de presionar a los propios republicanos. La alcaldesa de Washington, la demócrata Muriel Bowser, ha desplegado ya a los reservistas de la Guardia Nacional para prevenir disturbios. Ayer martes, la policía ya cortaba las calles del centro de la ciudad y, como sucedió durante la protesta racial del verano y las elecciones de noviembre, negocios, oficinas y hoteles de todo tipo tapiaron sus ventanales ante los posibles saqueos.

 

El partido, a prueba

Donald Trump está poniendo a prueba a su partido. Su última batalla en este ciclo electoral la libra el presidente contra los mismos republicanos. Ayer le dio un recado a su «número dos» en Twitter. «El vicepresidente tiene la potestad de rechazar a los compromisarios que hayan sido elegidos de forma fraudulenta», dijo el presidente en esa red social.

 

Esencialmente, lo que le pide Trump a Pence es que hoy se niegue a aceptar los resultados enviados por estados que Trump ganó el 2016 y Biden le arrebató en 2020, principalmente Georgia y Arizona, que son bastiones republicanos. No está claro si Mike Pence, que a la sazón es presidente del Senado, puede hacerlo según la ley, porque esta es una situación que no se ha dado antes. En incontables artículos publicados estos pasados días en la prensa en EE.UU. juristas de toda procedencia han expresado opiniones contradictorias.

 

Según las leyes electorales estadounidenses, cada estado organiza su votación y recuento, y proclama al ganador. Así, envía el número de compromisarios que corresponden al Capitolio, que tramita el recuento y proclama al ganador. Un candidato necesita al menos 270 compromisarios para ganar. Según las certificaciones tramitadas, Biden cuenta con 306 compromisarios, los mismos que logró Trump en 2016.

 

Pero Trump se ha negado a aceptar los resultados y mantiene que hay fraude no sólo en los estados gobernados por los demócratas, sino también en los que controlan los republicanos, como Georgia y Arizona. Las decenas de denuncias que sus abogados han presentado han sido todas desestimadas, incluso por la Corte Suprema, que es de mayoría conservadora y a tres de cuyos nueve jueces ha elegido él mismo. Ni el presidente ni sus representantes legales han sido capaces de aportar pruebas de fraude lo suficientemente convincentes como para detener este relevo al frente de la democracia moderna más veterana del mundo.

Ahora, lo único que le queda al presidente es forzar a su partido a que se niegue a aceptar estos resultados. Esto ha colocado al Partido Republicano en una situación insostenible y al borde de la fractura.

Los conservadores más veteranos, como el líder de la mayoría conservadora en el Senado, Mitch McConnell, han admitido ya que Biden ha ganado las elecciones, y prefieren mantenerse dentro de las instituciones, siguiendo los procesos reglados para el traspaso de poderes. Los que han osado contradecir públicamente al presidente, moderados como Mitt Romney o populistas como Tom Cotton, se han encontrado con virulentos ataques del presidente en redes sociales, prometiendo que pagarán el precio la próxima vez que se presenten a unas primarias.

Duelo final

El de hoy es el duelo final entre Trump y su propio partido. No hay que olvidar que cuando el presidente se presentó a las primarias en 2015 tenía a prácticamente todo el partido en contra, y ha logrado transformarlo en gran parte nombrando a candidatos elegidos por él personalmente a los que les exige lealtad ciega. Pero aún queda un buen número de republicanos al uso que tienen como prioridad la preservación de las instituciones y ve con malos ojos este intento de revocar lo que los estados han decidido, más cuando se trata del resultado de todas unas elecciones.

Como método de presión, Trump ha bendecido personalmente la marcha de hoy en Washington, llamando él mismo a la capital a todos aquellos que le apoyan y se niegan a aceptar la victoria de Biden.

Una gran multitud rodeará el Capitolio y exigirá a sus diputados y senadores que les hagan caso y mantengan a Trump en la presidencia. Sus señorías, al menos parte de ellas, así lo harán, ya que basta con que un solo diputado y un solo senador protesten para forzar un debate sobre los resultados. Pero la decisión final será de Pence y ahí el vicepresidente ha guardado, hasta hoy, un tenso silencio.

Lo que vaya a hacer hoy es un enigma, motivo por el cual Trump ya le ha mandado varios recados. «Espero que Mike Pence nos ayude, tengo que decirlo. Espero que nuestro gran vicepresidente, nuestro gran vicepresidente, lo haga por nosotros. Es un gran tipo. Por supuesto, si no lo hace, no me gustará tanto», advirtió Trump el lunes por la noche en un mitin en Georgia a favor de dos candidatos que allí fueron ayer a segunda vuelta.

 

«Una cosa que he aprendido sobre los republicanos es que suelen tener problemas. Pero, ¿saben ustedes cuál es el problema que los republicanos no suele tener? El de olvidar. Los republicanos nunca olvidan. Mucha gente se va a dar cuenta de esto», añadió el presidente.

El discurso de Trump en Georgia, el último de este ciclo electoral que se ha alargado hasta entrado ya 2021, fue la prueba de que aun fuera de la Casa Blanca el presidente seguirá controlando los designios de su partido, o al menos lo intentará. Aprovechará su enorme popularidad entre las bases republicanas para quitar y poner candidatos y matar carreras políticas de un golpe. Ya lo ha conseguido, varias veces, moldeando un Partido Republicano cada vez más a su imagen y semejanza.

 

Por su parte, el demócrata Biden no ha esperado al gran espectáculo que hoy habrá en el Capitolio y ya ha comenzado a planear los actos celebratorios de su toma de posesión. Serán completamente atípicos, en gran parte virtuales, por la pandemia. Al presidente electo aún le queda por anunciar además a una gran parte de su nueva Administración.