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Dom, May

Javier Aguirre: «Los jugadores ya no me llaman para tomar cañas, soy aburrido para ellos»

Deportes
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Feliz en el Leganés, el mexicano, un entrenador cercano, considera fundamental el trato psicológico y humano con sus futbolistas para poder conseguir la permanencia

(ABC) Javier Aguirre se marchó de España en 2014 para trabajar en Japón, Abu Dabi y Egipto.Tras esa aventura por un fútbol más exótico –como él mismo define–, el Leganés le recuperó en noviembre para la Liga con la misión de evitar el descenso, reto que comenzó coincidiendo casi en el tiempo con la sentencia (finalmente absolutoria) del juicio por presunto amaño en 2012 del Levante-Zaragoza, al que dirigía entonces. Bromista y valiente, el mexicano ha pasado ya página a un capítulo judicial que le hizo valorar más la vida y ahora se centra en el objetivo de salvar a su equipo, que hoy (14 h, GOL) tiene otra final ante el Betis.

¿Qué le aportó trabajar en un fútbol más exótico como es el japonés o el egipcio

Vivir en Tokio, en Abu Dabi y en El Cairo resultó maravilloso, maravilloso, nunca me lo pude imaginar cuando de niño daba patadas al balón en la Colonia Lindavista, al norte de la ciudad de México. Me enseñó a valorar más lo que tienes en casa, y llamo mi casa a España, que es donde he hecho el 80 por ciento de mi carrera. Me enseñó a valorar lo que es la Liga, a valorar lo que es la selección mexicana, con la que acudí a dos mundiales, comparándola con lo que son las de Egipto y Japón, y también me enseñó a valorar la organización que existe en el fútbol mexicano y español. Como experiencia de vida, esos países fueron fantásticos. En Egipto, además de Silvia, mi mujer, con la que llevo ya 40 años, me acompañó uno de mis tres hijos, Mikel, y esa etapa me ayudó a recuperarlo porque se marchó muy joven de casa para estudiar en Florida.

¿Ha notado muy cambiada la Liga después de cinco años de ausencia?

Sí, sí, muy cambiada. Hay mucha tecnología más allá del VAR, las herramientas que nos proporciona la Liga para hacer nuestro trabajo resultan magníficas. También he notado mucha más inversión, mucha más infraestructura, todos los equipos de Primera y de Segunda, todos, cuentan con unas instalaciones de maravilla. Me llama la atención que todos los clubes tienen un organigrama enorme, cuentan con muchos empleados, hay muchos trabajos que dependen del fútbol. La Liga ha crecido de una manera impresionante en esos cinco años en los que no estuve en España.

Ya que ha hablado del VAR, ¿qué le parece su utilización en el fútbol?

Me encanta, pero los dos, el de la «V» y el de la «B» (risas). Ahora en serio, me gusta mucho el VAR porque hace justicia, aunque es verdad que estamos todavía con una herramienta nueva. Con el VAR pasa como sucedió con los primeros coches, que hubo que perfeccionarlos. El coche fue un invento magnífico, te transportabas de aquí para allá en un vehículo a motor, ya no ibas en caballo, andando o en la carreta. Luego hubo que mejorar las ruedas, el embrague, los frenos.... Con el VAR pasa lo mismo, en sí es una herramienta magnífica, ahora toca mejorar su uso porque el problema que tiene es que todos, y digo todos, aún no sabemos cuándo sí o cuándo no, quién tiene que parar. Hay muchas cosas que aún no tenemos claras.

Y en el Leganés, ¿que se ha encontrado?

Sobre todo, un club familiar. La principal diferencia respecto a otros equipos en los que he estado es que el dueño es una sola persona, que la mujer de esa persona es la presidenta y que el hijo de ambos es el director deportivo. A partir de ahí existe una comunicación franca, directa. He conocido estructuras donde había que pasar por ocho filtros para poder llegar hasta la persona que quería y, a veces, ni llegaba a poder hablar cara a cara con ella porque vivía en otro país. Eso en el Leganés no pasa y se agradece porque en esos casos que te decía puede suceder como con el «teléfono descompuesto», que la comunicación se acaba tergiversando. Yo digo azul y, al final, al destinatario le llega que he dicho negro. La comunicación directa que existe en el Leganés es una de las claves de este club.

El Leganés le llamó cuando estaba en el pozo, ¿qué es lo primero que valora un técnico como Javier Aguirre cuando recibe una propuesta para entrenar a un equipo en peligro?

Lo primero que hago es mirar a los ojos de la gente. Cuando me llamó el Leganés dije «vamos a tomar un café». Vinieron, hablamos y rápido dije «está hecho». Hablaron con sinceridad, me dijeron cómo estaban y yo no hablé ni de dinero, para eso ya hay terceras personas. El dinero es algo secundario. Tras hablar con ellos, le dije a mi mujer, «oye a mi me apetece mucho ir y creo que los dos nos necesitamos. Yo necesito trabajar y ellos necesitan de mi trabajo». Había desechado ya ofertas de dos o tres equipos desde que me marché de España porque no tuve ese buen feeling que sí sentí con el Leganés.

Su llegada al Leganés, entonces colista, coincidió con la espera de la sentencia por el presunto amaño del Levante-Zaragoza, por el que usted estuvo ante la Justicia. Lo pasó mal en esos días....

No, estaba tranquilo porque no tenía nada que temer y todo fue rápido. Cuando volví de Egipto estuve en mi casa de Madrid un par de meses, me fui a México para ver a mis hijos y al volver a España le dije a mi mujer: «vámonos a hacer el Camino de Santiago». Estuvimos andando doce días y llegué hecho polvo. Al poco tiempo es cuando me llamó el Leganés y cuando mantuve con ellos esa charla cara a cara que a mi me gusta, mirándonos a los ojos. El tema del juicio, de verdad, ni salió a relucir. Acepté el reto que me propusieron, a los dos días me presentaron y cuatro después me absolvieron. Es entonces cuando digo, «le tengo que agradecer al señor de arriba tanta bondad en tan poco tiempo». Porque tengo 61 años, tengo el trabajo que me gusta y he sido absuelto de una cosa que se fue generando durante años y de la que yo no me enteré de nada. Esos días dieron un giro a mi persona y a mi familia, me hicieron ver que las cosas valen la pena. Y ahora, aquí estoy, soy feliz y todos los días vengo con optimismo a entrenar y con el deseo de entregarme al máximo, es lo menos que puedo hacer. Cuánta gente de mi edad está sin trabajo o está mal de salud... yo estoy calvo y regordete, pero no se puede tener todo en esta vida (risas).

En sus comparecencias ante la prensa, siempre transmite ser un técnico cercano a los jugadores. ¿Qué importancia tiene el aspecto psicológico cuando un entrenador llega a un club con el reto de evitar el descenso?

Para lograr ese objetivo es importante todo. El trabajo técnico importa, pero también el psicológico, que es fundamental. Tú puedes insistir y a los chicos les puede decir cien veces, incluso mil, que se desmarquen, que hagan diagonales... pero lo que tienes que tener muy claro es que estás trabajando con seres humanos. Hay chicos que cuando se entrenan pueden tener preocupaciones porque tienen a la mujer enferma, o están enfadados porque no juegan, o están cabreados porque una rodilla no termina de estar a punto. A mí me gusta preguntar por esa rodilla, por cómo va el embarazo de sus mujeres. Esas cosas también hay que trabajarlas en los entrenamientos porque los chicos lo valoran y luego corresponden dejándose el alma en el campo, es su forma de agradecerte ese trato humano que necesita todo futbolista. En el fútbol hay cuatro componentes que hay que trabajar cada día: el técnico, el táctico, el físico y el mental, fundamental. Yo cuando noto que un chico está triste o enfadado voy a por él; si veo que alguno necesita un palo, se lo doy; si veo que uno necesita una zanahoria, se la doy. Esa es la labor de los técnicos hoy en día porque ayudantes tenemos todos. Yo no voy a centrar cien balones con esta edad, pongo a otro que los centre; yo ya no corro con los chicos, pongo a otro para que cien vueltas al campo con ellos; ahora me toca más gestionar lo psicológico.

¿Y un entrenador puede llegar a ser amigo de los jugadores?

Por tema generacional es difícil que me pueda ir a tomar una caña con ellos. Ahora, ojito, si me invitan voy. Pero no me llaman porque ya soy aburrido para ellos, yo ya no hablo de mujeres, de coches, de relojes. Sí se puede ser amigo de ellos, he tenido jugadores, sobre todo cuando era más joven y no existía tanta brecha generacional, con los que me juntaba, nos reuníamos con nuestras mujeres e hijos y pasábamos buenos ratos. Jugábamos a las cartas, bebíamos unas cervezas, preparábamos una parrillada. Hoy en día, tanto a mi como a mi mujer nos cuesta más intimar con las familias de los jugadores. Amigo es una palabra muy amplia, en la vida realmente tienes cuatro o cinco amigos. Más que amistad, con los jugadores debe haber una relación de respeto mutuo. Yo lo que sí hago es facilitar mucho la comunicación, por eso, si alguno viene y quiere, en mi puede encontrar siempre apoyo.

¿Con quién le gustaría irse a tomar un gin tonic para hablar de fútbol?

–Te aseguro que, si voy con alguien a tomar un gin tonic, hablo de todo menos de fútbol, te lo digo de verdad. Para hablar de fútbol ya tengo el día a día, a la prensa, pero fuera no me gusta hablar de fútbol. Me gusta hablar de cine, de algún libro, de política, me ayuda a desintoxicarme del fútbol.

Y en casa, ¿habla de fútbol?

A mi mujer y a mis tres hijos les encanta el fútbol y me preguntan mucho, les gusta más que a mí. El fútbol es, inevitablemente, un hilo conductor en mi familia, pero yo en casa procuro sacar otros temas. Lo que no hago nunca es llevarme los problemas del trabajo a casa.

¿Y que le queda a Javier Aguirre por cumplir en el fútbol?

Sonará a tópico, pero me haría mucha ilusión salvar al Leganés, devolverles la confianza que han puesto en mí. Me gustaría llegar a mayo diciendo: el equipo está en Primera, señores, un placer.

¿Por dónde pasa esa salvación?

La salvación pasa por ganar este domingo al Betis, un buen equipo, bien trabajado. La salvación pasa por no perder el optimismo, por no perder la actitud, por ser regulares porque hasta ahora no lo hemos conseguido. Tenemos tres victorias, cuatro empates, y cuatro derrotas desde que estoy aquí, nos falta dar el zarpazo definitivo, engarzar tres o cuatro buenos partidos. Es verdad que la presión va aumentando, pero para eso estoy yo, tengo que dar equilibrio emocional al grupo. El primero que debe tener equilibrio soy yo, con los árbitros, con la prensa. Pero soy optimista y estoy seguro de que nos salvaremos, ojalá me pueda ir de cañas con toda la gente del Leganés para celebrarlo.