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Dom, May

ATHLETIC CLUB 2 - 0 REAL SOCIEDAD

Deportes
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Los Williams engullen a la Real

LIGA SANTANDER

(ABC).- El doblete de Iñaki y el enorme partido de su hermano Nico marcan la diferencia en un derbi vasco donde el Athletic mereció la victoria

Algunos equipos aprovechan la primavera para florecer. Son pocos, explotan su mejor fútbol en el ocaso del curso ante la pesadumbre del resto y suelen llegar al verano con una sonrisa. Otros, en cambio, son invadidos por el sopor y el sufrimiento tras un inicio de campaña de bonanza y esperanza. Es el caso de Athletic y Real Sociedad, dos equipos que vislumbraron un horizonte ganador y que hoy anhelan el fin de la larga temporada; dos históricos que luchan heridos por los puestos continentales después de varias eliminaciones de primaria ilusión y posterior decepción.

Llegaba en la sobremesa de ayer el momento del derbi vasco, un encuentro de proximidad sin la animadversión entre polos que hacen del sevillano o el madrileño duelos que superan lo deportivo para abrazar lo sociológico. Este es un derbi cargado de rivalidad, sí, pero ni una reciente final de Copa entre ambos cambió la afinidad entre dos entidades que entienden de manera similar a este deporte –cercanía, familia y formación–. Entretanto, en un San Mamés mucho menos fiero que en la semifinal copera ante el finalista Osasuna, el Athletic buscó con más ahínco la explosión de felicidad que produce un triunfo contra el vecino, luchó por darle una alegría a su fiel gente, aplastó a la Real ante su área y venció con un doblete de Iñaki Williams para acercarse un poco más a Europa. Es más, con la posible sanción de la UEFA al Barcelona, la séptima plaza, la que regentan los bilbaínos, daría acceso a la Conference.


Fiel reflejo al inicio de partido grande típico en Bilbao, el Athletic comenzó mordiendo. La calidad es la que es, pero la presión alta, el acecho al poseedor de balón de espaldas a portería (incapaz de girar sin ser derribado) y el ataque en oleadas es innegociable. Qué cotas alcanzaría este equipo con un poco más de clase en la medular, con un goleador fiable como lo fueron Llorente o Aduriz. Sin embargo, fue la tímida Real quien se acercó antes al gol con un cabezazo de Brais que se marchó cerca del poste derecho del de nuevo guardameta titular rojiblanco, Unai Simón.

Todocampista Sancet
El remate del gallego en los primeros compases de juego quedó en susto y, tras él, comenzó el asedio vizcaíno personificado en tres hombres: los hermanos Williams y el portento Sancet. Fue el reciente renovado todocampista pamplonica el que agitó la debilidad defensiva de los de Imanol con un robo en la salida de balón de Merino. El navarro condujo en tres cuartas de campo, vio solo a Iñaki y le puso un centro a la cabeza que el delantero desaprovechó. Poco después, en el minuto 26, otro pase filtrado del 8 del Athletic dejó en el mano a mano a Nico, pero una enorme parada de Remiro, el mejor hombre de los de San Sebastián en Bilbao, mantenía el inestable 0-0.

El Athletic atacaba por decantación, acuchillaba por banda con los dos veloces hermanos, que a su vez eran apoyados por los desdoblamientos de Yuri y Capa, y el área guipuzcoana se convirtió en una trinchera donde reinaba el terror. El gol local parecía una consecuencia lógica del destino; aunque, sin embargo, un canterano de Lezama como Remiro le negaba de nuevo el gol a Iñaki en otra ocasión clarísima. Aquella oportunidad acabó en un córner que lanzó con brillantez Nico, que peinó Vesga y que, después de varios rebotes, el mayor de los Williams al fin firmó el merecido 1-0 pasada la media hora de partido.

El gol no cesó el afán de un Athletic que agobió sobremanera al talento realista. el binomio Vesga-Dani García, ambos claros integrantes de la hermandad del palo, minimizaron la presencia de hombres como Silva o Kubo y, pese a la buena actuación de Simón en el segundo tiempo –y el desacierto de Sorloth y Barrenetxea en sendas ocasiones clamorosas– un escuadrazo de Iñaki Williams, un disparo digno de ser repetido mil veces en televisión, cerró el derbi vasco a 20 minutos del fin. Un doblete, un partido mágico, para un delantero que, aunque acostumbre a vivir en la duda, nunca pierde la fe.