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Dom, May

BARCELONA-CÁDIZ ... Lecciones las imprescindibles

Deportes
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Las cuentas del Real Madrid para levantar el título tras el tropiezo del Barcelona

 

(ABC).- Un Camp Nou con algo más de media entrada, la cuarta peor de la era Xavi; un Barça abandonado por sus socios. La grada de animación se ausentó en señal de protesta por lo de los alemanes, volviendo aún más patético el espectáculo general de la afición barcelonista, desleal y cínica, la unidad de voto menos inteligente de Europa, y que siempre ha sido pesetera y mezquina con el club al que tanto dice querer. El otro gran protagonista de la jornada no estuvo en el terreno de juego. Piqué. Hay un hilo que cose las tres historias de la semana. Si el presidente Laporta no hubiera reaccionado con tanta indignación a la presencia masiva de los seguidores del Eintracht, y hubiera explicado que somos un club pobre, con unos socios desleales y cobardes que se niegan a pagar, y que por lo tanto necesitamos los 3,5 millones que los alemanes estuvieron dispuestos a abonar para ellos dí, animar a su equipo, como hacen las aficiones decentes, habríamos podido tener un debate civilizado y justo sobre el asunto y seguramente le habríamos dado la razón. Pero as lecciones -ese intento siempre absurdo y fatuo de aleccionar a los demás- le han dejado en evidencia. Y en ridículo. Lo mismo los socios, que tras sus aspavientos y grandilocuencias habituales quedó retratado cuando supimos que unos 26.000 tienen el abono congelado y muchos se revendieron la entrada al rival porque ante el partido más importante de la temporada prefirieron irse de vacaciones de Semana Santa o quedarse en casa. Más lecciones humilladas por la realidad. Y Piqué, a quien por supuesto no le discuto su derecho a hacer negocios, a cobrar comisiones y lo que considere oportuno, también tendría que valorar, cuando decida hacerse mayor, si no sería adecuado que su discurso se pareciera a sus actos, y que su cháchara tuviera algo que ver con su vida, y con sus negocios. Él cree que es más listo que los demás, y que está en posición de burlarse de todos. Yo he visto cómo acaba esta gente, y el problema ni siquiera es lo mal, sino lo sórdido.

 

El Barça empezó jugando bien, eléctrico, apresurado, con punch y llegada pero sin eficacia. Sin gol. Era un mal partido para recuperarse moralmente, porque si ganabas era “sólo” contra el Cádiz y si perdías era un desastre. Un desastre que se asomó, sin concretarse, en el minuto 27, porque Lucas Pérez falló lo que nunca puede fallar y menos cuando juegas contra el Barça. Fue la ocasión más clara de lo que se llevaba jugado. Dembélé era el argumento desbordante de Xavi pero sus regalos no acababan de llegar. Todo en el Barça era espumoso, nada era sólido. El gol no parecía muy lejos pero las luces se apagaban siempre en el último tramo del ataque.

 

Ya nadie se fija, y por supuesto ellos no dicen nada, pero los famosos gritos independentistas del minuto 17:14 han desaparecido por completo del Camp Nou. Cuando empiezas una tradición de esta naturaleza has de pensar si vas a ser capaz de mantenerla hasta conseguir tu objetivo. Porque de no ser así, como ha pasado en el barcelonismo, y en Cataluña, da la impresión de que te ha dejado de importar. Hay una simetría entre la desidia, la poca lealtad, la comedia y la falta de capacidad de sacrificio real entre los supuestos barcelonistas y los supuestos independentistas. Todos se hicieron los ultra dignos y todos han acabado optando por la comodidad.

 

La sensación de desánimo e impotencia volvía al equipo. Empezaba muchas cosas pero no había ninguna que fuera capaz de terminar. Pérdida de confianza, dudas ante la adversidad, bloqueo, baja autoestima. No fluía el juego, sobre todo al final. A los jugadores se les vio frágiles de mentalidad, cargando con el peso de una historia que no para una y otra vez de repetirse.

No se puede fiar todo a Dembélé. Memphis de titular no convenció a nadie, y Ferran Torres de extremo por la izquierda, tampoco. Xavi intercambio de roles a Memphis y Ferran tras el descanso pero quien hizo lo que tenía que hacer fue el Cádiz, que en un triple remate consiguió adelantarse en el marcador (Lucas Pérez). Tres remates, tres, en el área pequeña. Desdén y pasividad de Lenglet, Éric y yo diría que Jordi Alba. Superioridad manifiesta, y abrumadora, del Cádiz en las áreas. El fantasma de Koeman corría por la banda. Las dudas de Laporta con Xavi tomaban cuerpo y sentido, y una temporada abocada al desastre, multiplicaban la impaciencia ante el deprimente espectáculo. Aubameyang entró por Memphis, que estuvo cenando el sábado con Frenkie De Jong en Nobu, para celebrar el cumpleaños de la novia de este último. Comer, come bien, pero lamentable ayer su actuación en el partido. Dembélé lo hacía todo, menos marcar, y animaba a una afición que hace dos meses le silbaba e insultaba levantando los brazos. La mediocridad del barcelonismo, también mediático, se reflejaba en las quejas al árbitro, que es verdad que no estuvo fino, pero ni mucho menos era el responsable de la debacle. Álex Fernández perdonó incomprensiblemente el 0 a 2 y Adama y Luuk De Jong entraron por Lenglet (nefasto) y por Frenkie De Jong. Toda la artillería en la parte de adelante. Sobrino volvió a fallar lo imposible.

 

Primera victoria del Cádiz en el Camp Nou y otra triste noche azulgrana parecida a tantas otras que creímos superadas con la llegada de Xavi. No es que el Barça ayer perdiera. Es que está perdido.